Es el más solemne de los sacramentos, porque no solo representa y transmite la gracia de Dios, sino porque tomamos a Dios mismo, al comer el Cuerpo de Cristo y beber de su Preciosa Sangre. La Eucaristía es un sacramento que se celebra cada vez que hay una misa. Dentro de la misa existe una parte que es la Sagrada Comunión, pero que no es el sacramento. El sacramento es toda la misa, con sus lecturas, homilia, oraciones especiales y la sección más solemne, que es la Liturgia de la Eucaristía, que es la “segunda parte” de toda misa. En ella tenemos tres elementos importantes: Eucaristía, Anámnesis y Epíclesis. ¿Qué significan estas tres palabras?

Eucaristía. Significa acción de gracias y esto es lo que proclama el celebrante principal en el Prefacio, que es la oración en forma de diálogo que precede a la consagración. El sacerdote, en nombre de todos los celebrantes, eleva la voz presentando ante Dios una fuerte acción de gracias, repitiendo las palabras del Gloria: te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias.
Memorial o recuerdo de Jesús (Anámnesis). La Eucaristía es recuerdo y presencia de la historia de Jesús, Hijo de Dios, e hijo de María, de quien tomó su sangre. Con la celebración de la misa cumplimos el mandato de Jesucristo en la Ultima Cena: “Hagan esto en memoria mía”. Después de la consagración el celebrante pronuncia palabras que recuerdan la muerte, la resurrección y la ascensión de nuestro Señor.
Epíclesis o invocación del Espíritu Santo. Desde el origen de los tiempos llegan las grandes invocaciones, dirigidas a los dioses. Ahora, gracias a Jesucristo nos dirigimos al verdadero Dios; la Eucaristía es invocación dirigida al Espíritu de Dios. Por dos veces, en el centro de la gran Oración Eucarística, los fieles invocan al Espíritu Santo: para que actúe sobre los dones ofrecidos (pan y vino), convirtiéndolos en cuerpo de Cristo y para que venga sobre los fieles, de forma que ellos mismos sean un solo Cuerpo.
Gracias a la Eucaristía se supera la distancia que se había establecido entre Dios y los humanos. Sin dejar de ser divino, Dios se ha vuelto, por Jesús, la Vida de la vida humana, en el pan y vino de la fraternidad, en el camino de la sangre derramada en favor de los demás. Aquí se expresa Dios, aquí se manifiesta la verdad del ser humano, como eucaristía y resurrección en Cristo, por medio del Espíritu
Del mismo autor:

Este gesto subraya lo dicho por Juan Bautista (Evangelio de Juan 3:30): “Es preciso que él crezca y que yo disminuya”. Si el centro de la oración es Cristo, ha pensado el Papa, lo correcto es que todos enfoquen su mirada y su oración al Señor, lo cual incluye también al Papa. A quien hay que buscar en la oración es a Cristo, no a su vicario, quien ha demostrado ser un Buen Pastor, ya que en vez de querer ser “el jefe” ha decidido guiarnos a través del ejemplo personal. Qué bueno que Dios nos ha dado no un jefe sino un líder, un pastor, que como el mismo Francisco ha dicho, se impregna del olor de las ovejas de su rebaño.


